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Fortaleza de la Soledad
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SUPERMAN: UNA VISIÓN PERSONAL / Por John Byrne


El gran escritor sabía como quería proyectar al Hombre de Acero.
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Superman empezó como una serie de televisión cuyo protagonista era George Reeves. Se transmitió por primera vez alrededor de 1953, y el primer episodio fue “Superman and the Haunted Lighthouse.” (Superman y el Faro Embrujado.”), Luego, el personaje apareció en una publicación anual en blanco y negro de pasta dura, donde había varias aventuras de Superman, junto con algunas luminarias como Rex, la Maravilla Canina. Más tarde, apareció, como Superboy, en especiales de tres historias que también tenían a Johnny Quick y a Batman y Robin.

¿Yodo esto te suena erróneo? Tal vez tú has oido que Superman fue creado a mitad de los treintas por Jerry Siegel y Joe Shuster. Que su primera aparición fue en Action Comics número uno, con fecha de portada de junio de 1938. Que logró tener su propio título unos meses después, y que en los años siguientes apareció en una docena de títulos diferentes que incluían Adventure Comics, World's Finest Comics y Justice League of America. Esto. además de un par de seriales cinematográficos muy exitosos, cuyo protagonista era Kirk Alyn, y también de algunos cortos animados simplemente espectaculares, producidos por los Estudios Fleischer. Casi todo eso, mucho antes de que George Reeves se pusiera la capa.

Bueno, todo eso definitivamente es cierto, pero no fue como yo me encontré por primera vez con el Hombre de Acero, y de eso les quiero hablar hoy. Superman. Mi visión personal de una leyenda.

Yo tenía algo así como siete años de edad, cuando vi por primera vez a Superman. Mi familia todavía vivía en Inglaterra, donde nací y pasé la mayor parte de los primeros ocho años de mi vida. Vivíamos en el piso de arriba de la casa de mis abuelos maternos, en el pueblo de West Bromwich, Staffordshire. Mi padre tenía un trabajo muy bueno como proyectista en el Midlands Electricity Board, las cosas no eran exactamente difíciles, pero la televisión todavía se consideraba un lujo. Teníamos un pequeño receptor en blanco y negro en una esquina de nuestra sala. ¿Alguno de los lectores actuales puede imaginar una época en que el blanco y negro era la única opción? Era una ventana hacia otro mundo.

Claro, casi todos los programas cran británicos. Al menos los que yo veía y me encantaban. Muffin the Mule. Bill and Ben, the Flowerpot Men. Billy Bean and His Magic Machine. Sooty and Sweep.

Programas para niños. Luego habria programas de aventuras para gente mayor. Sír Launcelot, con un Roger Moore muy anterior a James Bond. Ivanboe, con William Russel en el papel protagónico, quien luego logró otro tipo de fama como uno de los primeros asistentes del misterioso Doctor Who. Y The Adventures of Robin Hood, con Richard Greene.

También había series importadas de Estados Unidos. Los que recuerdo eran muy diferentes a los programas británicos. I Married Joan. I Love Lucy. Dragnet. Jungle Jim. Y un día, The Adventures of Superman.

Realmente no salté de la emoción cuando lo vi programado en el TV Times. Me di cuenta de que era un programa que no conocía y le pregunté a mis padres qué podría ser. Al parecer ellos tampoco lo sabían, aunque ahora sospecho que su reticencia para hablar del tema tal vez se debió al título “faro embrujado”. Yo era lo que a veces se denomina un “niño sensible”. La imaginación hiperactiva que con el tiempo me llevó a buscar una carrera en los cómics, me reportó unas pesadillas inimaginables cuando era un niño de pantaloncillos cortos. Hubo un episodio de Jungle Jim donde aparecía un fantasma. No era un efecto novedoso, sólo una pelota cubierta por una sábana suspendida de un árbol. Pero me asustó muchísimo.

Naturalmente, mis padres hicieron todo lo que pudieron para desviar mi atención de este nuevo show. Así que no vi “Superman y el Faro Embrujado,” sino hasta que tuve treinta y cuatro años y lo pasaron en las repeticiones del sábado en la mañana. Pero sí vi el episodio siguiente. Y menos de una semana después vi uno de esos “anuales” en blanco y negro y pasta dura en una tienda. Fue entonces cuando descubrí por primera vez los colores del traje de Superman. La portada era una pintura a todo color con una escena de una de las historias del interior. Si mal no recuerdo, Superman combatía con una serpiente marina.

Curiosamente, aunque para entonces yo ya sabía leer y no tenía problemas para diferenciar los textos de los globos, tuvo que pasar casi un año desde que yo empezara a leer esas historias, hasta que me diera cuenta de que el emblema en el pecho de Superman era una “S” estilizada. En gran parte gracias a eso, hasta la fecha dibujo los “espacios negativos,” los que son amarillos, como dos formas independientes. Antes me parecía ver dos peces chistosos que nadaban en direcciones opuestas. Y ése es el dibujo que hago todavía.

Ése fue el inicio. El inicio de mi fascinación por los cómics en general y por Superman en particular, es algo que ha permanecido de una manera más o menos constante hasta la fecha. Mientras crecía leía cómics. Tal vez no fui un consumidor regular durante más de seis o siete años, pero en ese entonces eso constituía la tercera parte de mi vida. Los cómics fueron un factor muy importante para desarrollar mi imaginación, en particular los cómics DC.

Imagina entonces mi júbilo cuando me mudé con mi familia a Canadá, en 1958, y por primera vez quedé expuesto a toda la línea de cómics americanos. Superman. Action Comics. Adventure Comics, Batman. Detective Comics. World's Finest Comics. Superman's Girlfriend, Lois Lane. Superman's Pal, Jimmy Olsen. Y luego, The Flash, Green Lantern, Justice League of America, Hawkman, The Atom, Metal Men.

Cada uno contenía dos y a veces tres historias por número. Cuentitos de seis o siete páginas que de alguna manera, para mi mente de escasos ocho años, contenían todas las emociones y maravillas de las sagas que llenan los cómics actuales (¡y de algunas de las cuales yo mismo he sido responsable!). Superman se veía amenazado por un plan maestro del villanísimo Lex Luthor por lo menos una vez por número. Los extraterrestres aterrizaban en la Tierra con una precisión cronométrica. La radiación mutada de la kryptonita roja podía convertira Superman en un gigante, o en un enano, o en un supergordo, o en un superestúpido, o en un superfeo.

La Superfamilia empezó a crecer. Ya existía Krypto, el supercan.

Luego llegó Kara, la prima de Superman. quien se hizo llamar Superchica. Ella ganó su propia serie y le dio al mundo a Streaky, el supergato, y a Cometa, el supercaballo. También teníamos a Beppo, el supermono, y a Titano, el supergorila, con su visión letal de kryptonita. ¡Y los villanos! Sólo Batman (y posiblemente Dick Tracy) podía jactarse de tener una galería tan bizarra de criminales. Metalo, el hombre con el corazón de kryptonita. El Bromista. El Juguetero. ¡La Cosa de 40,000 A.C.! Brainiac. Bizarro. Mister Mxyzptlk, Y claro, Luthor, el científico que se dedicó al mal.

Y también estaban las damas. Para ser un chico sin pareja estable, Superman tenía a muchas mujeres hermosas en su vida, Lois, por supuesto. Lana Lang, originalmente la novia de Superboy y después la rival de Lois por los afectos del Hombre de Acero, ya adulto. Lori Lemaris, mi favorita de siempre, que se separó para siempre de Superman por los lazos que la unían a su especie. Incluso los viajes cortos a través de la barrera del tiempo le permitían a Superman involucrarse, brevemente, con mujeres como Cleopatra o Elena de Troya.

Las historias siempre fueron sencillas, comparadas a los estándares actuales, y bastante lineales, Recuerdo una historia de Lori Lemaris donde Superman llevaba a la herida Lori (quien, a propósito, era una sirena) de regreso a la Atlántida. De pronto surgió un dragón gigante quien lanzó a Superman un rayo de visión radiactiva y pronto se alejó nadando. Hoy en día podríamos obtener un mínimo de tres números de historias a partir de ese dragón. ¿De dónde vino? ¿Cómo llegó ahí? ¿Por qué atacó a Superman? Pero entonces esas cosas sólo eran incidentales, ni siquiera formaban parte de la historia, y por lo mismo no ocupaban más de tres cuadros. ¿Y sabes qué?, yo no me molestaba en lo más mínimo por eso.

Bueno, también se debe a que tenía diez años, aunque dicen que los niños de diez años son más sofisticados hoy en día. Y quizá sí lo sean. Pero sin duda me divertí mucho cuando leí esas viejas historias. E incluso hoy, cuando saco mi maltrecha colección, algunos de esos cuentos aún pueden sacar lágrimas de nostalgia de mis ojos.

Hoy, casi a treinta años desde que vi anunciado en la lista de programación el nuevo programa de televisión, DC Comics me ha contratado para encabezar la modificación de la Leyenda de Superman. Para tratar de reducir algunas de las sanguijuelas que se han adherido al título principal de la compañía. Para tratar que el Superman de hoy en día sea tan emocionante por derecho propio, como lo fue el Superman del ayer. Para tratar de recrear a Superman como un personaje más a tono con las necesidades del público actual de comics. Un público mucho más reducido que el público de cuando yo tenía diez años, pero también, mucho más exigente.

Espero que nos acompañes mientras Superman se encamina a los ochentas, los noventas. y con un poco de suerte, al siglo veintiuno. Y quién sabe, tal vez dentro de treinta años o algo así, alguien se sentará frente a su procesador de palabras y escribirá acerca de cómo Superman inició con una miniserie llamada El Hombre de Acero, que fue una introducción a un mundo de maravillas y fascinaciones que duraron toda una vida.

¡Y es posible que ese alguien seas TU! 

Agradecemos a nuestros amigos del Archivo de Comics por compartirnos esta nota y autorizarnos su reproducción.

Fuentes:

https://archivo-de-comics-notas.blogspot.com/2020/01/superman-una-vision-personal-por-jhon.html

 

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